Según este modelo, la personalidad se expresa por la
conducta y la conducta depende del ambiente. La conducta
se entiende en sentido restrictivo de conducta observable y
está sujeta en su adquisición y modificación a las leyes del
aprendizaje. Es un error buscar las explicaciones de la
conducta en el interior del organismo (estados internos,
rasgos), las variables relevantes para estudiar la conducta
están en su medio ambiente.
Para los autores conductistas la personalidad es
producto de la historia, exclusiva, de reforzamiento de
cada individuo, está formada por un conjunto de
hábitos que se muestran más o menos estables y
permanentes y que provocan respuestas similares ante
una agrupación de estímulos determinados.
Por tanto, según esta teoría la personalidad se puede cambiar. Los cambios se logran cambiando
el ambiente, valiéndose del refuerzo. Las variables de la personalidad (los hábitos) son etiquetas
que se ponen a la persona en función de la conducta que expresa.
Aunque la personalidad humana puede ser muy modificable según los conductistas, no deja de ser
pasiva ya que viene determinada por el ambiente. La persona sigue siendo modelada
principalmente por fuerzas que escapan a su control.
Esta perspectiva se verá modificada, como veremos en el apartado siguiente, cuando el enfoque
del aprendizaje cognitivo social sustituyó a la teoría conductista tradicional, dando mayor
importancia al papel activo del individuo en la selección y modificación de su entorno permitiendo,
por tanto, a la persona convertirse en una fuerza causal de su propia vida.
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