domingo, 29 de marzo de 2015

Teorías Psicodinámicas



Según estas teorías, la conducta es el resultado fuerzas psicológicas que operan dentro del individuo. A menudo, son procesos de los cuales no somos conscientes.
Para explicar la personalidad, Freud, fundador del psicoanálisis, se centra en la influencia de las experiencias infantiles tempranas, en los motivos y conflictos inconscientes y en los métodos con que la gente enfrenta sus impulsos sexuales y agresivos.



De acuerdo con Freud (1920), nuestros pensamientos, reacciones y decisiones están determinados por dos tipos pulsiones inconscientes:

Eros o pulsiones de vida: abarcan no sólo las pulsiones sexuales propiamente dichas, sino también las pulsiones de autoconservación. Son impulsos de amor y sexuales que inducen a los humanos a buscar la compañía, el reconocimiento y la comprensión de los demás (es decir, la expresión en sus más diversas formas de sexualidad, sensualidad, creación, producción artística, solidaridad, ternura....).

Thanatos o pulsiones de muerte: designa tendencias destructoras que se muestran bajo la conducta agresiva que enfrenta a los humanos contra sí mismos (autodestrucción) y contra los demás (agresión externa).

Estas pulsiones se rigen por dos principios:

El principio de placer es una energía psíquica inconsciente que trata de satisfacer los impulsos instintivos de supervivencia, reproducción y agresión y persiguiendo siempre su satisfacción inmediata. Toda actividad psíquica persigue reducir tensiones y evitar cualquier sufrimiento, para lograrlo el organismo descarga la libido o impulso sexual en un objeto que le provoque satisfacción. De esta manera, el organismo se descarga de la sobreexcitación y retorna al equilibrio.

El principio de realidad. Por medio del razonamiento inteligente, el Yo, que trata de adaptarse al ambiente, regula los deseos en función de la cultura y renuncia al placer inmediato a favor de un placer futuro. No debe entenderse como opuesto al placer, sino como un ajuste de éste a las condiciones externas. Si quiere satisfacer sus deseos, el sujeto debe postergarlos hasta el momento en que las circunstancias de la realidad se lo permitan. Gracias a este principio, el individuo se socializa, aprendiendo a controlar su egoísmo primitivo y descubriendo los fundamentos del orden social, la moralidad, etcétera. 

Estructura de la personalidad: Modelo Topográfico

En su primer modelo sobre la estructura de la personalidad (modelo topográfico), Freud distingue tres áreas diferentes en la mente humana:

Consciente: Aquella región psíquica en la que las percepciones que provienen del mundo exterior, del propio cuerpo y de la mente, se hacen presentes (consciente), es decir, pueden comunicarse por medio del lenguaje y la conducta. Se rige por el principio de realidad.

Preconsciente: Aquellos sucesos, procesos y contenidos mentales que son capaces de alcanzar o llegar a la conciencia a través de la memoria, si se realiza un esfuerzo para concentrar la atención.

Inconsciente: Se rige por el principio del placer. Es la suma total de todos los impulsos, deseos y sucesos que quedan fuera de la consciencia y que son incapaces de llegar a ella a causa de una contra-fuerza que es la censura o represión. Lo inconsciente pugna por emerger a la conciencia, pero la censura evita su actualización. Según Freud, estos contenidos son amenazantes para la integridad psíquica del sujeto, puesto que provocan en él angustia o sentimientos de culpa. Sin embargo, cuando la conciencia disminuye su vigilancia, (sueños, fantasías, libre asociación de recuerdos, ), el inconsciente aflora, aunque distorsionado, bajo la forma de imágenes oníricas, actos fallidos o imaginaciones fantasiosas. 

Estructura de la personalidad. Modelo estructural.

Años más tarde, introdujo importantes modificaciones proponiendo un nuevo modelo (modelo estructural). Según este, la personalidad consta de tres estructuras.



El ello, (id), la única estructura presente al momento de nacer. Se trata de una energía psíquica inconsciente que influye en la dinámica de la personalidad tratando de satisfacer los impulsos instintivos de supervivencia, reproducción y agresión persiguiendo siempre su satisfacción inmediata.

Freud destacó tres características del ello:

  • Sus demandas incondicionales de satisfacción, ya que se rige por el principio de placer.
  • Si irracionalidad, ya que, al ser puramente instintivo, no se guía por el principio de la realidad.
  • Su amoralidad, ya que exige satisfacción sin atender a censuras morales o sociales.


El yo, (ego), nexo del ello con el mundo real, controla las actividades conscientes del pensamiento y del razonamiento y funciona conforme al principio de realidad. Trata de posponer el cumplimiento de los deseos del ello hasta que pueda hacerlo segura y eficazmente en el mundo real. El yo se desarrolla después del nacimiento, cuando el niño se da cuenta de que no todo lo que quiere lo obtiene automáticamente y por tanto tendrá que buscar la manera de conseguirlo.

El yo está formado por aspectos conscientes, como los procesos intelectuales o las propias percepciones, pero también tiene un mecanismo inconsciente: los mecanismos de defensa, cuyas tareas más importantes son:


  • La autoconservación del organismo.
  • El control de las pulsiones internas generadas por la pugna entre el ello y el superyó. La adaptación a la realidad.


El superyó(superego) aparece en la primera infancia y es el guardián moral o la conciencia y ayuda al individuo a funcionar en la sociedad. Compara además las acciones con el ego ideal de la perfección. Representa los valores que los padres y educadores van comunicando al niño/a como ideales. El superyó procura que el niño interiorice los conceptos de bueno/malo para que pueda, de este modo, controlar su propia conducta, de acuerdo a su propio criterio. En definitiva que sea capaz de juzgar sobre una acción si ésta es buena o mala.
Su misión fundamental es presionar al yo, señalándole la forma de comportarse en cada momento, pero también generándole sentimientos de culpa cuando incumple sus exigencias.
Está en continua lucha con el ello: Su papel consiste en bloquear la actividad instintiva permanentemente.
Si el superyó consigue demasiado éxito produce como resultado una personalidad rígida e inhibida; si fracasa surgirá en nosotros una personalidad antisocial.

Freud consideraba que los rasgos determinantes de la personalidad quedaban fijados prácticamente en los seis primeros años de vida. Posteriormente, el sujeto se limitaba a reelaborar esos rasgos, procurando adaptarlos a su situación personal y social. Sin embargo, el sujeto siempre regresa inconscientemente a la infancia ante situaciones de tensión psíquica, mediante el uso de algunos mecanismos de defensa como la represión, la fijación y la regresión. 


Etapas del desarrollo psicosexual

El desarrollo de la personalidad pasa por varias fases, cada una de ellas caracterizada por unos conflictos específicos. A medida que el niño madura, su libido va centrándose en partes sensibles de su cuerpo: las etapas psicosexuales son estadios del desarrollo con un centro sexual típico que dejan su marca en la personalidad del adulto.

Cada etapa enfrenta desafíos o procesos especiales y la forma de resolverlos determina la personalidad. Si un niño pasa por estas fases de forma equilibrada, el desarrollo de su personalidad será normal, pero si en una de estas fases se le priva del placer o si se le permite obtener un placer excesivo de la parte del cuerpo que domina esa etapa, parte de la energía sexual quedará permanentemente vinculada a esa parte del cuerpo.



Etapa oral. Abarca el primer año y medio de vida. La fuente principal de estimulación erótica es la boca (al morder, al succionar, al masticar, ). En la teoría de Freud el manejo de las experiencias de alimentación del niño determina en gran parte el desarrollo posterior. Atribuyó considerable importancia a la manera en que se desteta del seno materno o del biberón. Los bebés con demasiada gratificación oral tienden a ser adultos demasiado optimistas y dependientes y más hostiles y pesimistas en caso contrario.

Etapa anal. Entre el año y medio y tres de vida el niño obtiene placer erótico de los movimientos de los intestinos, ya sea expulsando o reteniendo las heces. El evento crucial a esta edad es entrenamiento en el control de esfínteres, que representa el primer esfuerzo sistemático de la sociedad por regular los impulsos biológicos del niño. Cuando el adiestramiento es severo y punitivo pueden llegar a convertirse en adultos destructivos, obstinados, tacaños y demasiado ordenados.

Etapa fálica. Hacia los 4 años los genitales (el pene y el clítoris) constituyen el centro de la energía erótica del niño, principalmente a través de la autoestimulación. Es entonces cuando surge el complejo de Edipo: el niño siente una preferencia por la madre con matices eróticos. Al mismo tiempo siente hostilidad contra el padre, a quien considera rival del afecto por su madre. Las niñas, por su parte, se sienten atraídas hacia el padre.
Según Freud, la forma en que los padres de familia y sus hijos enfrenten los conflictos sexuales y agresivos heredados en el complejo de Edipo tiene gran importancia. El niño debe resolver el dilema eliminando los deseos sexuales por el progenitor del sexo contrario y la hostilidad que le produce el de su mismo sexo llegando a identificarse adecuadamente con él. Es en esta etapa cuando aparece el superyó.

Etapa de latencia. De los 6 años a la pubertad, la sexualidad del niño está adormecida. Los hechos importantes en la etapa de latencia se centran en expandir los contactos sociales más allá de la familia inmediata dando pie a los primeros sentimientos de amistad.

Etapa genital. A partir de la pubertad, el cuerpo del chico y de la chica están marcados por los caracteres sexuales, tanto primarios como secundarios, y se comienza a ver a los sujetos del sexo opuesto como algo atractivo y como fuente de placer sexual. Entonces la libido se encauza normalmente hacia pares del otro sexo y no a uno mismo como en la etapa fálica 

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