Según estas teorías, la conducta es el resultado fuerzas
psicológicas que operan dentro del individuo. A
menudo, son procesos de los cuales no somos
conscientes.
Para explicar la personalidad, Freud, fundador del
psicoanálisis, se centra en la influencia de las experiencias
infantiles tempranas, en los motivos y conflictos
inconscientes y en los métodos con que la gente enfrenta
sus impulsos sexuales y agresivos.
De acuerdo con Freud (1920), nuestros pensamientos,
reacciones y decisiones están determinados por dos
tipos pulsiones inconscientes:
Eros o pulsiones de vida: abarcan no sólo las pulsiones sexuales propiamente dichas,
sino también las pulsiones de autoconservación. Son impulsos de amor y sexuales que
inducen a los humanos a buscar la compañía, el reconocimiento y la comprensión de los
demás (es decir, la expresión en sus más diversas formas de sexualidad, sensualidad,
creación, producción artística, solidaridad, ternura....).
Thanatos o pulsiones de muerte: designa tendencias destructoras que se muestran bajo
la conducta agresiva que enfrenta a los humanos contra sí mismos (autodestrucción) y
contra los demás (agresión externa).
Estas pulsiones se rigen por dos principios:
El principio de placer es una energía psíquica inconsciente que trata de satisfacer los
impulsos instintivos de supervivencia, reproducción y agresión y persiguiendo siempre su
satisfacción inmediata. Toda actividad psíquica persigue reducir tensiones y evitar cualquier
sufrimiento, para lograrlo el organismo descarga la libido o impulso sexual en un objeto que
le provoque satisfacción. De esta manera, el organismo se descarga de la sobreexcitación
y retorna al equilibrio.
El principio de realidad. Por medio del razonamiento inteligente, el Yo, que trata de
adaptarse al ambiente, regula los deseos en función de la cultura y renuncia al placer
inmediato a favor de un placer futuro. No debe entenderse como opuesto al placer, sino
como un ajuste de éste a las condiciones externas. Si quiere satisfacer sus deseos, el
sujeto debe postergarlos hasta el momento en que las circunstancias de la realidad se lo
permitan. Gracias a este principio, el individuo se socializa, aprendiendo a controlar su
egoísmo primitivo y descubriendo los fundamentos del orden social, la moralidad, etcétera.
Estructura de la personalidad: Modelo Topográfico
En su primer modelo sobre la estructura de la
personalidad (modelo topográfico), Freud distingue tres
áreas diferentes en la mente humana:
Consciente: Aquella región psíquica en la que las
percepciones que provienen del mundo exterior, del propio
cuerpo y de la mente, se hacen presentes (consciente), es
decir, pueden comunicarse por medio del lenguaje y la
conducta. Se rige por el principio de realidad.
Preconsciente: Aquellos sucesos, procesos y contenidos mentales que son capaces de alcanzar
o llegar a la conciencia a través de la memoria, si se realiza un esfuerzo para concentrar la
atención.
Inconsciente: Se rige por el principio del placer. Es la suma total de todos los impulsos, deseos y
sucesos que quedan fuera de la consciencia y que son incapaces de llegar a ella a causa de una
contra-fuerza que es la censura o represión. Lo inconsciente pugna por emerger a la conciencia,
pero la censura evita su actualización. Según Freud, estos contenidos son amenazantes para la
integridad psíquica del sujeto, puesto que provocan en él angustia o sentimientos de culpa. Sin
embargo, cuando la conciencia disminuye su vigilancia, (sueños, fantasías, libre asociación de
recuerdos, ), el inconsciente aflora, aunque distorsionado, bajo la forma de imágenes oníricas,
actos fallidos o imaginaciones fantasiosas.
Estructura de la personalidad. Modelo estructural.
Años más tarde, introdujo importantes modificaciones
proponiendo un nuevo modelo (modelo estructural). Según
este, la personalidad consta de tres estructuras.
El ello, (id), la única estructura presente al
momento de nacer. Se trata de una energía
psíquica inconsciente que influye en la dinámica de
la personalidad tratando de satisfacer los impulsos
instintivos de supervivencia, reproducción y
agresión persiguiendo siempre su satisfacción
inmediata.
Freud destacó tres características del ello:
- Sus demandas incondicionales de satisfacción, ya que se rige por el principio de placer.
- Si irracionalidad, ya que, al ser puramente instintivo, no se guía por el principio de la realidad.
- Su amoralidad, ya que exige satisfacción sin atender a censuras morales o sociales.
El yo, (ego), nexo del ello con el mundo real, controla las actividades conscientes del
pensamiento y del razonamiento y funciona conforme al principio de realidad. Trata de
posponer el cumplimiento de los deseos del ello hasta que pueda hacerlo segura y
eficazmente en el mundo real. El yo se desarrolla después del nacimiento, cuando el niño
se da cuenta de que no todo lo que quiere lo obtiene automáticamente y por tanto tendrá
que buscar la manera de conseguirlo.
El yo está formado por aspectos conscientes, como los procesos intelectuales o las propias
percepciones, pero también tiene un mecanismo inconsciente: los mecanismos de
defensa, cuyas tareas más importantes son:
- La autoconservación del organismo.
- El control de las pulsiones internas generadas por la pugna entre el ello y el superyó. La adaptación a la realidad.
El superyó(superego) aparece en la primera infancia y es el guardián moral o la
conciencia y ayuda al individuo a funcionar en la sociedad. Compara además las acciones
con el ego ideal de la perfección. Representa los valores que los padres y educadores van
comunicando al niño/a como ideales. El superyó procura que el niño interiorice los
conceptos de bueno/malo para que pueda, de este modo, controlar su propia conducta, de
acuerdo a su propio criterio. En definitiva que sea capaz de juzgar sobre una acción si ésta
es buena o mala.
Su misión fundamental es presionar al yo, señalándole la forma de comportarse en cada
momento, pero también generándole sentimientos de culpa cuando incumple sus
exigencias.
Está en continua lucha con el ello: Su papel consiste en bloquear la actividad instintiva
permanentemente.
Si el superyó consigue demasiado éxito produce como resultado una personalidad rígida e
inhibida; si fracasa surgirá en nosotros una personalidad antisocial.
Freud consideraba que los rasgos determinantes de la personalidad quedaban fijados
prácticamente en los seis primeros años de vida. Posteriormente, el sujeto se limitaba a reelaborar
esos rasgos, procurando adaptarlos a su situación personal y social. Sin embargo, el sujeto
siempre regresa inconscientemente a la infancia ante situaciones de tensión psíquica, mediante el
uso de algunos mecanismos de defensa como la represión, la fijación y la regresión.
Etapas del desarrollo psicosexual
El desarrollo de la personalidad pasa por varias fases, cada una de ellas caracterizada por unos
conflictos específicos. A medida que el niño madura, su libido va centrándose en partes sensibles
de su cuerpo: las etapas psicosexuales son estadios del desarrollo con un centro sexual típico que
dejan su marca en la personalidad del adulto.
Cada etapa enfrenta desafíos o procesos especiales y la forma de resolverlos determina la
personalidad. Si un niño pasa por estas fases de forma equilibrada, el desarrollo de su
personalidad será normal, pero si en una de estas fases se le priva del placer o si se le permite
obtener un placer excesivo de la parte del cuerpo que domina esa etapa, parte de la energía
sexual quedará permanentemente vinculada a esa parte del cuerpo.
Etapa oral. Abarca el primer año y medio de vida. La fuente principal de estimulación erótica es la
boca (al morder, al succionar, al masticar, ). En la teoría de Freud el manejo de las experiencias de
alimentación del niño determina en gran parte el desarrollo posterior. Atribuyó considerable
importancia a la manera en que se desteta del seno materno o del biberón. Los bebés con
demasiada gratificación oral tienden a ser adultos demasiado optimistas y dependientes y más
hostiles y pesimistas en caso contrario.
Etapa anal. Entre el año y medio y tres de vida el niño obtiene placer erótico de los movimientos
de los intestinos, ya sea expulsando o reteniendo las heces. El evento crucial a esta edad es
entrenamiento en el control de esfínteres, que representa el primer esfuerzo sistemático de la
sociedad por regular los impulsos biológicos del niño. Cuando el adiestramiento es severo y
punitivo pueden llegar a convertirse en adultos destructivos, obstinados, tacaños y demasiado
ordenados.
Etapa fálica. Hacia los 4 años los genitales (el pene y el clítoris) constituyen el centro de la
energía erótica del niño, principalmente a través de la autoestimulación. Es entonces cuando surge
el complejo de Edipo: el niño siente una preferencia por la madre con matices eróticos. Al mismo
tiempo siente hostilidad contra el padre, a quien considera rival del afecto por su madre. Las niñas,
por su parte, se sienten atraídas hacia el padre.
Según Freud, la forma en que los padres de familia y sus hijos enfrenten los conflictos sexuales y
agresivos heredados en el complejo de Edipo tiene gran importancia. El niño debe resolver el
dilema eliminando los deseos sexuales por el progenitor del sexo contrario y la hostilidad que le
produce el de su mismo sexo llegando a identificarse adecuadamente con él. Es en esta etapa
cuando aparece el superyó.
Etapa de latencia. De los 6 años a la pubertad, la sexualidad del niño está adormecida. Los
hechos importantes en la etapa de latencia se centran en expandir los contactos sociales más allá
de la familia inmediata dando pie a los primeros sentimientos de amistad.
Etapa genital. A partir de la pubertad, el cuerpo del chico y de la chica están marcados por los
caracteres sexuales, tanto primarios como secundarios, y se comienza a ver a los sujetos del sexo
opuesto como algo atractivo y como fuente de placer sexual. Entonces la libido se encauza
normalmente hacia pares del otro sexo y no a uno mismo como en la etapa fálica
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